Domingo, día
inusual para ver jugar al Atlas en el Estadio Jalisco, ya que los aficionados rojinegros estamos
acostumbrados a ver a nuestro equipo los sábados por la noche, a lo que le hemos llamado " las noches mágicas del Jalisco".
El equipo había
marchado tercero de la tabla general al finalizar la fase regular del torneo
mexicano. Estar ubicado en las primeras tres posiciones ilusionaba a toda su
afición –como si no estuviéramos ya cansados de hacerlo- y hacía pensar que
esta temporada el Atlas podría hacer “algo mas”. El fantasma del descenso
ya se había esfumado pero todavía le sobrevivía un fantasma longevo que lleva
habitando en la piel del rojinegro desde el año 1951 y cuya única manera de
erradicarlo sería ganando un campeonato (¿un que? Decimos los atlistas con
extrañeza). La liguilla era una oportunidad para luchar
contra ese fantasma.
Hace poco leía un
artículo de Juan Villoro en el que mencionaba que hay sucesos de la vida
cotidiana, sobretodo en la deportiva, en las que como sociedad solemos aguardar
al triunfo de la esperanza sobre la experiencia. Y me pareció ad hoc a lo que se ha vivido el domingo
en el Estadio Jalisco. Los aficionados atlistas desde la previa ya dejábamos
entrever que el triunfo de esa noche sería un triunfo a lo Atlas: sufrido,
desgarrador, estoico, cruel, cardiaco pero al final de cuentas sería un
triunfo. No por más habíamos llenado el
estadio de colores rojo y negro.
El primer gol
llegó, la euforia nos permeo a todos, en lo personal creo que es uno de los
goles que mas he gritado a mi corta edad en lo que al Atlas respecta (se nota que no he tenido mucho que
festejar). Pero era justificable, el ambiente era distinto, la confianza en el equipo se respiraba a los
alrededores, jugando en casa y marcando gol en los primeros 5 minutos el panorama lucía favorable. Después, la
historia fue la de siempre. Ni siquiera en el transcurso del partido se pudo
llegar a pensar que ese día se daría un triunfo a lo Atlas. En las tribunas la
desolación se veía; la resignación se convertía en nuestro mejor aliado; el
conformismo de decir “bueno, nos salvamos del descenso” o el argumento
comparativo “al menos lo hicimos mejor que las Chivas” se escuchaba en los
pasillos del estadio; la impotencia de haber realizado un torneo con honores y
a las primeras de cambio ver a nuestro equipo eliminado.
En los últimos minutos
vi como se dio la conversión de los aficionados en animales: provocándose entre
ellos mismos, intimidando y ofendiendo al rival ha como diera lugar sin
importar el grupo etario ni el sexo, desbocando esas expectativas puestas en el
equipo de una manera inadecuada. Aclarar, también, que es cuestión de unos
cuantos inadaptados que confunden la función lúdica del deporte con un asunto
moral o ético- como si festejar un gol del equipo rival o portar la playera del
equipo contrario fuera una ofensa a la moral-. No puedo generalizar esta
situación ya que una mención especial merece la afición atlista por acompañar
al equipo en todo momento y ser fieles a pesar de la situación en la que se
encuentre el equipo (algo que la afición vecina, llámese Chivas, no entendería)
Nuestro problema fue que hicimos caso a la esperanza y no a
la experiencia.
Manuel Alcalá
twitter : @bisbal9
Muy buen artículo! Muchas felicidades, y vamos con todo el torneo que sigue!
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